martes, febrero 23, 2010

Mi Mochila.


Hoy es un dia triste. Mi mochila, compañera de mil viajes, la he dado de baja.
Tras mucho retardar dicha decisión, gracias a su empuje incansable y su fidelidad a toda prueba, hoy no pudo más y en una acción torpe mía, abri en su parte superior un agujero que claramente me dio nota de aquello que ella gritaba hace ya mucho rato: ya no puedo más.
Mi mochila, gentilmente, me la regaló mi hermana Ma. Inés hace casi 15 años atrás. Es marca Head, y me acompañó desde 2º o 3º medio. Fue testigo en ese tiempo de innumerables pichangas en el colegio hasta horas más allá de la jornada escolar.
Luego, en la U, me acompaño a cuanta clase, travesías y cuanto carrete. Sobrevivió a toda clase de manchas, líquidos y olores. Airosa pasó por todas esas pruebas rampante en mi espalda.
Mi mochila, tenía la gran bondad de ser eficiente. Jamás me defraudó en cuanto a su función principal, guardar cosas. Nunca algo fuera de lógica no entró en la mochila: aún apretado y empujando, su espacio interior siempre permitió el traslado.
Ya haciendose más viejita, empezó a fallar por dos cosas. El cierre, pues era casi típico que uno de los dos se echara a perder, a pesar de haberla reparado tan solo unos meses antes. Y lo otro ciertos agujeros -que a la larga la condenaron- se fueron formando en diversas partes de su anatomía. Precisamente uno de ellos, aquel de la parte de arriba, hoy la conminó a dejar de servir a la patria.
Las cosas tienen en general aquella fría cualidad de reemplazarse fácilmente unas a otras.
Pero mi recuerdo quedará contigo mochila querida.
Serviste muy bien.
Descansa ahora.

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